Wednesday, May 11, 2016

Las bibliotecas: escenarios de encuentros, generadoras de comunidad

A la Biblioteca Vasconcelos, en su décimo año.

Los libros eran una especie de viviendas prestadas, 
un medio para recrear la casa perdida.
- Michèle Petit

Se ha dicho que el poeta es el gran terapeuta. 
En ese sentido, el quehacer poético implicaría 
exorcisar, conjurar y, además, reparar. 
Escribir un poema es reparar la herida 
fundamental, la desgarradura. 
Porque todos estamos heridos.
- Alejandra Pizarnik

Todos estamos heridos: el señor que dejó de hacer empanadas porque su esposa falleció. La madre que ya no sonríe porque asesinaron a su hijo. El niño que desconoce el paradero de su padre quien salió de casa para cruzar la frontera. El par de jóvenes a los que les fabricaron un delito. La escuela a la que le arrebataron 43 estudiantes. Hemos escuchado de estos y otros casos, algunos más cercanos que otros. Casos similares ocurren a nuestro alrededor, algunos con la terrible marca de la violencia. A medida que tenemos noticia de ellos, constatamos que nuestra sociedad está severamente descompuesta, que hay negros intereses detrás de los delitos, que hay una cadena de omisiones atrás de cada tragedia, que el crimen tiene raíces.
¿Qué lecturas ofrecerles a quienes han sido profundamente heridos? Recuerdo que cuando le regalé a mi madre la novela Una muerte muy dulce, de Simone de Beauvoir, sin querer la preparé para el duelo por venir tras la muerte de su padre. Cuando mi amigo Moisés perdió a su madre, no tuve otro remedio que pasarle fragmentos de Diario de duelo de Roland Barthes. A mi prima le presté Una visita inesperada de Sonya Hartnett, para que aliviara un poco el mal de amores. Antes de toda teoría, he puesto en práctica lo que señala Michèle Petit “la contribución de la lectura a la reconstrucción de uno mismo […] es una experiencia común.” (Petit, 2009: 11) 
Para que refugiarse en la lectura sea una práctica generalizada, es crucial que el fomento a la lectura no solamente se dirija a los niños sino también a los adultos porque “los libros leídos ayudan a veces a soportar el dolor o el miedo a distancia, a transformar las penas en ideas y a recuperar la alegría”. (Petit, 2009: 29) Además, la lectura nos permite reconocer al otro e, incluso, nos deja jugar a que somos otros. Es inevitable comenzar a leer y no adentrarse en un universo distinto al cotidiano. Así como hay gente que sale del cine imitando al protagonista o al personaje de su elección, hay lectores que no se resisten a pretender que son como el héroe de la historia.
¿Qué pasaría si elevamos esa lectura a una dimensión social? ¿Desde qué lugar o bajo qué condiciones reconstruir el tejido social tan severamente lastimado? La biblioteca es la respuesta.
La biblioteca: guarida y cobijo
En mi experiencia personal, la biblioteca pública ha sido un refugio. A menudo acudía con el pretexto de terminar mi tesis pero, en realidad, la visitaba para no estar en mi casa y, al mismo tiempo, sentirme en casa. Mientras más la frecuentaba podría trazar una cartografía de mis afectos. Me hice de tres lugares predilectos donde sentarme a trabajar. Cuando cerraron el séptimo piso de la Vasconcelos, perdí un fragmento de mi guarida. Como usuaria, nunca pude echar raíces en otra biblioteca.
Siendo bibliotecaria escolar, advertía en los usuarios a aquellos que, como yo, la visitaban para estar a salvo. Podría ser un rasgo de debilidad pero yo sé que acudían para volverse más fuertes. Incluso Henry Rollins, uno de los músicos más punks, frecuentaba las bibliotecas para construirse a sí mismo. En la estantería se despliegan los cinceles con los que labramos la escultura de nuestra identidad.
En 2014, la Biblioteca Pública de Ferguson, en Missouri, EE. UU., fue el único espacio abierto a la población porque las escuelas se mantuvieron cerradas debido a los altercados producidos a partir del asesinato de Michael Brown, un joven negro, a manos de Darren Wilson, un policía blanco. La biblioteca se convirtió en el refugio de los residentes de aquella región que muestra la persistencia del racismo, la discriminación y la injusticia.

La biblioteca pública: el encuentro con el otro.
Es cada vez más frecuente que las bibliotecas, librerías y algunos museos ofrezcan funciones de cuenta cuentos o de lectura en voz alta. Invitan a los niños y sus familias a que visiten sus instalaciones para disfrutar de un cuento. Esta actividad es fundamental puesto que, como señala Hannah Arendt en La condición humana:
Toda actividad desempeñada en público puede alcanzar una excelencia nunca igualada en privado, porque ésta, por definición, requiere la presencia de otros, y dicha presencia exige la formalidad del público, constituido por los pares de uno, y nunca la casual, familiar presencia de los iguales o inferiores a uno. (Arendt, 2005: 70)
La lectura en voz alta es una actividad gratuita, es decir, que no persigue ningún interés. Generalmente se realiza de manera colectiva y pública. No tiene el mismo efecto que cuando se lee para alguien en particular. Sin embargo, es innegable reconocer en ella la posibilidad de generar numerosas transformaciones en quien recibe el regalo de la palabra.
Arendt indica que “la presencia de otros que ven lo que vemos y oyen lo que oímos nos asegura de la realidad del mundo y de nosotros mismos, […]” (2005 : 71). De esta manera, no solo nos damos cuenta de que no estamos solos si no que estando con otros, la realidad adquiere firmeza. El mediador o lector, deberá ser sumamente hábil al momento de elegir los libros que compartirá para poder atender las reacciones. He podido ver sesiones de lectura en voz alta en las que alguien, a propósito de lo leído, habla sobre la adversidad que está atravesando y otras en las que los participantes reconocen que no son los únicos que sienten o piensan de determinada manera. Cuando una voz suena, quienes escuchan rastrean la fuente del sonido para poder mirarlo. Esa es otra dimensión del reconocimiento del otro: miramos y escuchamos para identificarlo. A partir de eso podemos explotar el recurso de las lecturas colectivas. Arendt señala que: 
Vivir juntos en el mundo significa en esencia que un mundo de cosas está entre quienes lo tienen en común, al igual que la mesa está localizada entre los que se sientan alrededor; el mundo, como todo lo que está en medio, une y separa a los hombres al mismo tiempo. (2005: 73)
En las bibliotecas debemos recuperar el componente que une a los seres humanos. A través de lecturas en voz alta, bibliotecas humanas, diálogos con autores, círculos de lectura, entre otras actividades que se juegan en lo colectivo, será posible poner frente a frente la singularidad de los otros e integrarla a la cotidianidad. Todas estas prácticas promueven encuentros.
Los encuentros son cruciales para Buber pues en ellos se juegan los modos de relación. A Buber le interesa lo que ocurre en los encuentros verdaderos y estos sólo son posibles en la pareja Yo-Tu: aquella en la que se mantiene un intercambio fluido y consciente con el otro y que, por lo tanto, posibilita la vida dialógica. Esta, según Buber "no es aquella en la cual se está continuamente entre personas, sino precisamente aquella otra en que con las personas con las que se está, se está verdaderamente.” (1991:19)
Ya decía John Donne, en la Meditación XVII¸ que “ningún hombre es una isla”. La parte no tan conocida de dicho poema es la siguiente: “la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti”. Es uno de los más célebres señalamientos sobre la imperiosa necesidad para el hombre: debe estar con otros. Esto es algo en lo que coincide Martin Buber, quien expresa que la existencia antropológica del hombre radica “en la plenitud de la relación entre el uno y el otro: sólo la acción recíproca hace posible acceder a la idea de humanidad”. (1991:24) Por eso es vital ponerse en contacto con los otros; encontrar y encontrar-se con los otros.  
Michèle Petit no se equivoca al señalar que “la biblioteca es una de las instituciones más generosas, más hospitalarias, que han inventado los hombres”. Por ello es que debe ser nuestro centro de reunión, el lugar donde pasa algo que nos une. Es, por excelencia, el espacio en el que se propicia el encuentro con el otro pero que no se queda en eso. La intención de generar comunidades no solamente radica en la constancia con la que la gente participa en las actividades dentro de la biblioteca si no, también, de qué manera las reproducen en otros espacios. A partir de eso, podremos generar redes de comunidades.
Además, las experiencias de lectura tienen un componente que enriquece la sesión: la conversación. A partir de lo leído, hay mediadores que optan por propiciar un intercambio de ideas, promover la reflexión entre los participantes.

Del encuentro a la comunidad
En las bibliotecas, los libros ya no pueden ser los únicos protagonistas. Esto es algo que, la mayoría de quienes trabajamos en ellas, lo tenemos claro. Sin embargo, es una noción que debe ser divulgada entre usuarios e indiferentes para propiciar un acercamiento desescolarizado. Debemos evidenciar que las bibliotecas, ya sean públicas o privadas, son el lugar idóneo para propiciar encuentros entre personas, libros, historias y realidades. La diversidad de actividades que pueden y deben realizar repercuten de manera significativa en la experiencia de los participantes. Hay comunidad más allá del préstamo bibliotecario.
Retomemos la inquietud que animó  la escritura de este texto: ¿de qué manera hemos de resarcir el daño en el que estamos sumergidos? El presente es correteado por una larga cadena de omisiones cometidas a nivel gubernamental, estatal e incluso, social. Con mucha facilidad esquivamos la mirada del otro que nos interpela con su presencia, nos hemos refugiado en la sonoridad de los audífonos, conseguimos guarecernos de la exigencia de atención a lo que sucede en nuestro entorno.
Con frecuencia hablamos de que los seres humanos vivimos en sociedad y casi no nos identificamos como una comunidad. Quizá sea ese el impedimento principal para reconocer la responsabilidad que tenemos unos de los otros. Martin Buber explica la diferencia entre una y otra:
La comunidad es expresión y configuración de lo originario, es la totalidad del hombre de voluntad representadora, naturalmente unitaria, capaz de establecer vínculos; pero la sociedad es el lugar de lo diferenciado, del pensamiento disolvente, de la totalidad rota que busca privilegios. (1991, p. 35)
La distinción que señala Buber es útil para mirar la manera en que se ha configurado nuestro modo de estar en el mundo. Cada vez hay menos posibilidades de convivir porque medimos la distancia con el otro a partir de la diferencia. Nos obsesiona al grado de decir que la nuestra es una “sociedad incluyente”. Pretendemos incorporar a lo que nunca debió ser alejado del orden de lo común.
Sin embargo, no todo está perdido. Buber explica que “la verdadera convivencia sólo puede prosperar allí donde los hombres experimenten, discutan  administren en común las cosas reales de su vida, [...]” (1991:27) Este tipo de situaciones tienen lugar en la biblioteca: es inevitable que tras escuchar un cuento, alguien comience a hablar como nunca antes lo había hecho. Que a través de sus palabras elabore el duelo que lo tiene acongojado. Que luego de leer “La Convivencialidad” de Ivan Illich, un grupo de personas converse sobre las posibles soluciones al malestar cotidiano de esta ciudad. Como si fuera un jardín, cada uno sale de la biblioteca con una semilla que puede germinar en cualquier otra parte.
 Tanto bibliotecas públicas como bibliotecas escolares contribuyen a generar comunidad. Una se desplazará hacia la otra y poco a poco echará raíces en otros ámbitos. Lo vital es reconocer que la consolidación de la comunidad permite que sus integrantes persigan un bien común. Luego de reconocerse en la otredad, es posible que identifiquen aquello que los obliga a unirse a partir de la responsabilidad que, señala Levinas, se tiene para con el otro. Buber cita al socialista utópico, Robert Owen, en Caminos de Utopía: “hasta ahora, nadie ha sido educado según principios que le permitan actuar en unión, como no sea para defenderse o para aniquilar a otros. Mas una necesidad igualmente poderosa obligará ahora a los hombres a educarse para actuar juntos, para crear y conservar" (Owen :36)
Tomemos en cuenta las palabras que Buber enuncia hacia el final de Caminos de utopía “siempre que se formó una auténtica comunidad humana, se hizo sobre las bases de la autonomía funcional, del reconocimiento mutuo y de la mutua responsabilidad individual y colectiva.” (1995,  p. 192).  La biblioteca, como guardiana de los múltiples universos por descubrir, pone a nuestro alcance la apreciación de la diversidad. Por ello son auténticas escuelas de la libertad porque nos permiten conocer todo aquello que enriquece a la humanidad además de ponernos en sintonía para generar algo más. En las bibliotecas, se constata lo que señala Buber: “la uniformidad como camino lleva misteriosamente a la diversidad como meta final, y la coacción como camino, misteriosamente, a la libertad como meta final”. (1995,  p. 25) Otro mundo es posible si desde las bibliotecas comenzamos a pavimentar el camino que nos lleve a él.
Las bibliotecas pueden convertirse en esa región a la que llegaron Jonás y Gabe, protagonistas de El Dador, reconocida distopía juvenil. Lois Lowry la describe en El hijo, cuarto libro de la saga, de la siguiente manera:
El pueblo era un pequeño enclave nacido años atrás, producto del asentamiento de marginados que huían de guerras o conflictos de todo tipo. A menudo heridos o expulsados por sus propios clanes o localidades, los primeros pobladores habían llegado por su cuenta hasta allí, se habían apoyado unos a otros y habían formado una comunidad. Después dieron la bienvenida a otros refugiados. (Lowry, 2012:266)
Las bibliotecas son la respuesta.

BIBLIOGRAFÍA
Arendt, Hannah, La condición humana, Barcelona : Paidós, 2005
Buber, Martin, Caminos de utopía, México: Fondo de cultura económica, 1955.
___________, I and Thou, New York: Touchstone, 1996.
Díaz, Carlos, Introducción al pensamiento de Martin Buber, 3ra ed., Madrid: Instituto Emmanuel Mounier, 1991[http://www.mounier.es/cuadernos/Buber.pdf] (Consultado el 27 de abril de 2016)
Levinas, Emmanuel, De otro modo que ser, o más allá de la esencia,  Salamanca : Sígueme, 1987.
________________, Humanismo del otro hombre, México : Siglo XXI, 2005.
________________, Ética e infinito, Madrid : A. Machado, 2000.
Petit, Michèle, El arte de la lectura en tiempos de crisis, México: Océano, 2009


1 comment:

  1. La biblioteca mas allá de los libros, hermoso escrito.

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