Wednesday, January 9, 2019

El segundo sexo: el libro más prestado de las ciencias sociales en la BV

¡Ya se te pasó el tiempo! ¿No te has casado? ¿A poco no quieres tener hijos? ¡Debes elegir entre ser madre o profesionista! Ahora quieres abortar pero bien que abriste las piernas. ¿Pues para qué te vistes así? Mírate ¡qué recatada! ¿A qué hora llegas? Vete con cuidado. No deberías andar sola en la calle. Tú lugar es en la cocina. ¿Por qué no estudias una carrera si eres tan inteligente? ¡Qué desperdicio!

En todo el mundo, las mujeres reciben mensajes así de contradictorios. Sus vidas han sido excesivamente tuteladas porque, aparentemente, no son capaces de elegir por cuenta propia. Siempre hay algo heterónomo en su actuar. Quienes eligen rebelarse, son juzgadas. Si obedecen, también. No hay modo de ser ellas mismas sin que sus acciones estén sometidas al escrutinio público.
A punto de cumplir 70 años de haberse publicado, El segundo sexo de Simone de Beauvoir se sostiene como un libro esencial del feminismo y los estudios de género. Simone de Beauvoir dedicó mucho tiempo a investigar el papel histórico que las mujeres habían tenido en este mundo con un abordaje desde la filosofía existencialista en la que participó. Retoma las palabras de muchos filósofos hombres que, desde la antigua Grecia, califican a las mujeres como sujetos inferiores, incompletos, imperfectos. Es la falta el sostén de la discriminación. Antes de El segundo sexo, de Beauvoir ya había publicado muchas novelas bien recibidas donde sus protagonistas revelaban cierta inconformidad con la opresión de su género. De Beauvoir se vio obligada a poner más de sí misma en su escritura hasta dar con este libro que, para nuestra sorpresa, es uno de los más prestados del acervo de Ciencias Sociales de la Biblioteca Vasconcelos.
¿Quiénes leen El segundo sexo? En principio ocho de cada diez lectores son mujeres. En torno a esta obra se conjuran preocupaciones e inquietudes compartidas por mujeres durante décadas. Por esta razón es posible que las lectoras hayan llegado a El segundo sexo por cuestiones existenciales. Mujeres de los 15 a los 63 años se han acercado a este texto en el que la autora orienta y acompaña a cada lectora que acude a sus páginas buscando una razón. Como le contaban a Simone de Beauvoir a través de cartas, alguna de ellas asentirá cuando en su lectura detecte un caso vivido en carne propia, algo que ella misma ha pensado o una extraña coincidencia con su presente. Por supuesto, habrá otro tipo de lectores que asistan a esta obra para indagar en el propósito de la lucha del feminismo, la deconstrucción del género y la luz que hay al final de la frase: “no se nace mujer, se llega a serlo”.
No se nace mujer, se llega a serlo porque cada mujer identificará en qué momento se dio cuenta de que estaba puesta en ese lugar. Recibir una mirada lasciva, un tocamiento, tener la menstruación, ser víctima de una violación: hay un evento determinante en el darse cuenta de que se es mujer. Esa historia singular se configura en la práctica histórica del sometimiento de las mujeres. Simone de Beauvoir abre el camino para pensar lo femenino como una práctica política. Siendo que las bibliotecas públicas son capaces de proponer una agenda, la relevancia de que El segundo sexo sea uno de los libros más prestados en una de ellas es decididamente política.
Las reflexiones de Simone de Beauvoir constituyen un retrato vivo de las terribles circunstancias que todavía hoy enfrentan las mujeres a lo largo y ancho del mundo. Se sabe, por ejemplo, que una sexta parte de las mujeres que viven en el planeta viven en países donde la violencia contra las mujeres no está tipificada como delito. Además, como se dijo anteriormente, son sometidas a una tutela implacable; a pesar de ser representadas en la política, no participan cabalmente de ella ni de ninguna otra dimensión social; se les han asignado roles específicos que han de cumplir cabalmente y cualquier rebelión se vuelve en su contra. Al mismo tiempo apunta hacia una transformación de la cotidianidad para mejorar la realidad de las mujeres desde ámbitos diversos. Es así que la agenda del feminismo, y por tanto de la igualdad de género, de nuestros días tiene importancia transversal.
Habría que reiterar que Simone de Beauvoir es una filósofa importantísima para los estudios de género. A esto se debe que en el reciente Congreso Mundial de FIlosofía se haya creado, por primera vez en su historia, la cátedra sobre género dedicado a esta filósofa. En esta primera ocasión, la cátedra fue presidida por Judith Butler quien abordó el concepto de género como un préstamo lingüístico del inglés al francés, ubicando en éste la estructuró una reflexión en torno al género como préstamo lingüístico. Con su abordaje, de Beauvoir contribuye a pensar el fin del binarismo, la genitalidad y la determinación biológica. Pavimenta el camino de un lenguaje capaz de nombrar todas las realidades identitarias a fin de que estas puedan contar su historia.
En El segundo sexo, Simone se preguntaba “¿De dónde proviene que este mundo siempre haya pertenecido a los hombres y que solamente hoy empiecen a cambiar las cosas?”. ¿Podemos nosotras constatar ese cambio? Minutos antes de la presentación de Judith Butler ocurrió algo que quizá pocos atendieron. De pronto irrumpieron cuatro personas en el salón principal. Una joven, con angustia en el rostro, preguntaba si ya había terminado la conferencia de Butler. Turbada, entendió que sí pero un señor se esmeró por explicarle que no, que apenas comenzaría. Aliviada, corrió a buscar un asiento. Iba con su padre y dos hermanas. ¿Estaría de más decir que se trataba de una familia china? ¿Quién pensaría que en 2018 tendría lugar una conferencia sobre género, dictada por Judith Butler en la que un hombre chino estaría ahí con sus tres hijas? Eso fue todo un acontecimiento: los tiempos están cambiando.


Wednesday, May 11, 2016

Las bibliotecas: escenarios de encuentros, generadoras de comunidad

A la Biblioteca Vasconcelos, en su décimo año.

Los libros eran una especie de viviendas prestadas, 
un medio para recrear la casa perdida.
- Michèle Petit

Se ha dicho que el poeta es el gran terapeuta. 
En ese sentido, el quehacer poético implicaría 
exorcisar, conjurar y, además, reparar. 
Escribir un poema es reparar la herida 
fundamental, la desgarradura. 
Porque todos estamos heridos.
- Alejandra Pizarnik

Todos estamos heridos: el señor que dejó de hacer empanadas porque su esposa falleció. La madre que ya no sonríe porque asesinaron a su hijo. El niño que desconoce el paradero de su padre quien salió de casa para cruzar la frontera. El par de jóvenes a los que les fabricaron un delito. La escuela a la que le arrebataron 43 estudiantes. Hemos escuchado de estos y otros casos, algunos más cercanos que otros. Casos similares ocurren a nuestro alrededor, algunos con la terrible marca de la violencia. A medida que tenemos noticia de ellos, constatamos que nuestra sociedad está severamente descompuesta, que hay negros intereses detrás de los delitos, que hay una cadena de omisiones atrás de cada tragedia, que el crimen tiene raíces.
¿Qué lecturas ofrecerles a quienes han sido profundamente heridos? Recuerdo que cuando le regalé a mi madre la novela Una muerte muy dulce, de Simone de Beauvoir, sin querer la preparé para el duelo por venir tras la muerte de su padre. Cuando mi amigo Moisés perdió a su madre, no tuve otro remedio que pasarle fragmentos de Diario de duelo de Roland Barthes. A mi prima le presté Una visita inesperada de Sonya Hartnett, para que aliviara un poco el mal de amores. Antes de toda teoría, he puesto en práctica lo que señala Michèle Petit “la contribución de la lectura a la reconstrucción de uno mismo […] es una experiencia común.” (Petit, 2009: 11) 
Para que refugiarse en la lectura sea una práctica generalizada, es crucial que el fomento a la lectura no solamente se dirija a los niños sino también a los adultos porque “los libros leídos ayudan a veces a soportar el dolor o el miedo a distancia, a transformar las penas en ideas y a recuperar la alegría”. (Petit, 2009: 29) Además, la lectura nos permite reconocer al otro e, incluso, nos deja jugar a que somos otros. Es inevitable comenzar a leer y no adentrarse en un universo distinto al cotidiano. Así como hay gente que sale del cine imitando al protagonista o al personaje de su elección, hay lectores que no se resisten a pretender que son como el héroe de la historia.
¿Qué pasaría si elevamos esa lectura a una dimensión social? ¿Desde qué lugar o bajo qué condiciones reconstruir el tejido social tan severamente lastimado? La biblioteca es la respuesta.
La biblioteca: guarida y cobijo
En mi experiencia personal, la biblioteca pública ha sido un refugio. A menudo acudía con el pretexto de terminar mi tesis pero, en realidad, la visitaba para no estar en mi casa y, al mismo tiempo, sentirme en casa. Mientras más la frecuentaba podría trazar una cartografía de mis afectos. Me hice de tres lugares predilectos donde sentarme a trabajar. Cuando cerraron el séptimo piso de la Vasconcelos, perdí un fragmento de mi guarida. Como usuaria, nunca pude echar raíces en otra biblioteca.
Siendo bibliotecaria escolar, advertía en los usuarios a aquellos que, como yo, la visitaban para estar a salvo. Podría ser un rasgo de debilidad pero yo sé que acudían para volverse más fuertes. Incluso Henry Rollins, uno de los músicos más punks, frecuentaba las bibliotecas para construirse a sí mismo. En la estantería se despliegan los cinceles con los que labramos la escultura de nuestra identidad.
En 2014, la Biblioteca Pública de Ferguson, en Missouri, EE. UU., fue el único espacio abierto a la población porque las escuelas se mantuvieron cerradas debido a los altercados producidos a partir del asesinato de Michael Brown, un joven negro, a manos de Darren Wilson, un policía blanco. La biblioteca se convirtió en el refugio de los residentes de aquella región que muestra la persistencia del racismo, la discriminación y la injusticia.

La biblioteca pública: el encuentro con el otro.
Es cada vez más frecuente que las bibliotecas, librerías y algunos museos ofrezcan funciones de cuenta cuentos o de lectura en voz alta. Invitan a los niños y sus familias a que visiten sus instalaciones para disfrutar de un cuento. Esta actividad es fundamental puesto que, como señala Hannah Arendt en La condición humana:
Toda actividad desempeñada en público puede alcanzar una excelencia nunca igualada en privado, porque ésta, por definición, requiere la presencia de otros, y dicha presencia exige la formalidad del público, constituido por los pares de uno, y nunca la casual, familiar presencia de los iguales o inferiores a uno. (Arendt, 2005: 70)
La lectura en voz alta es una actividad gratuita, es decir, que no persigue ningún interés. Generalmente se realiza de manera colectiva y pública. No tiene el mismo efecto que cuando se lee para alguien en particular. Sin embargo, es innegable reconocer en ella la posibilidad de generar numerosas transformaciones en quien recibe el regalo de la palabra.
Arendt indica que “la presencia de otros que ven lo que vemos y oyen lo que oímos nos asegura de la realidad del mundo y de nosotros mismos, […]” (2005 : 71). De esta manera, no solo nos damos cuenta de que no estamos solos si no que estando con otros, la realidad adquiere firmeza. El mediador o lector, deberá ser sumamente hábil al momento de elegir los libros que compartirá para poder atender las reacciones. He podido ver sesiones de lectura en voz alta en las que alguien, a propósito de lo leído, habla sobre la adversidad que está atravesando y otras en las que los participantes reconocen que no son los únicos que sienten o piensan de determinada manera. Cuando una voz suena, quienes escuchan rastrean la fuente del sonido para poder mirarlo. Esa es otra dimensión del reconocimiento del otro: miramos y escuchamos para identificarlo. A partir de eso podemos explotar el recurso de las lecturas colectivas. Arendt señala que: 
Vivir juntos en el mundo significa en esencia que un mundo de cosas está entre quienes lo tienen en común, al igual que la mesa está localizada entre los que se sientan alrededor; el mundo, como todo lo que está en medio, une y separa a los hombres al mismo tiempo. (2005: 73)
En las bibliotecas debemos recuperar el componente que une a los seres humanos. A través de lecturas en voz alta, bibliotecas humanas, diálogos con autores, círculos de lectura, entre otras actividades que se juegan en lo colectivo, será posible poner frente a frente la singularidad de los otros e integrarla a la cotidianidad. Todas estas prácticas promueven encuentros.
Los encuentros son cruciales para Buber pues en ellos se juegan los modos de relación. A Buber le interesa lo que ocurre en los encuentros verdaderos y estos sólo son posibles en la pareja Yo-Tu: aquella en la que se mantiene un intercambio fluido y consciente con el otro y que, por lo tanto, posibilita la vida dialógica. Esta, según Buber "no es aquella en la cual se está continuamente entre personas, sino precisamente aquella otra en que con las personas con las que se está, se está verdaderamente.” (1991:19)
Ya decía John Donne, en la Meditación XVII¸ que “ningún hombre es una isla”. La parte no tan conocida de dicho poema es la siguiente: “la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti”. Es uno de los más célebres señalamientos sobre la imperiosa necesidad para el hombre: debe estar con otros. Esto es algo en lo que coincide Martin Buber, quien expresa que la existencia antropológica del hombre radica “en la plenitud de la relación entre el uno y el otro: sólo la acción recíproca hace posible acceder a la idea de humanidad”. (1991:24) Por eso es vital ponerse en contacto con los otros; encontrar y encontrar-se con los otros.  
Michèle Petit no se equivoca al señalar que “la biblioteca es una de las instituciones más generosas, más hospitalarias, que han inventado los hombres”. Por ello es que debe ser nuestro centro de reunión, el lugar donde pasa algo que nos une. Es, por excelencia, el espacio en el que se propicia el encuentro con el otro pero que no se queda en eso. La intención de generar comunidades no solamente radica en la constancia con la que la gente participa en las actividades dentro de la biblioteca si no, también, de qué manera las reproducen en otros espacios. A partir de eso, podremos generar redes de comunidades.
Además, las experiencias de lectura tienen un componente que enriquece la sesión: la conversación. A partir de lo leído, hay mediadores que optan por propiciar un intercambio de ideas, promover la reflexión entre los participantes.

Del encuentro a la comunidad
En las bibliotecas, los libros ya no pueden ser los únicos protagonistas. Esto es algo que, la mayoría de quienes trabajamos en ellas, lo tenemos claro. Sin embargo, es una noción que debe ser divulgada entre usuarios e indiferentes para propiciar un acercamiento desescolarizado. Debemos evidenciar que las bibliotecas, ya sean públicas o privadas, son el lugar idóneo para propiciar encuentros entre personas, libros, historias y realidades. La diversidad de actividades que pueden y deben realizar repercuten de manera significativa en la experiencia de los participantes. Hay comunidad más allá del préstamo bibliotecario.
Retomemos la inquietud que animó  la escritura de este texto: ¿de qué manera hemos de resarcir el daño en el que estamos sumergidos? El presente es correteado por una larga cadena de omisiones cometidas a nivel gubernamental, estatal e incluso, social. Con mucha facilidad esquivamos la mirada del otro que nos interpela con su presencia, nos hemos refugiado en la sonoridad de los audífonos, conseguimos guarecernos de la exigencia de atención a lo que sucede en nuestro entorno.
Con frecuencia hablamos de que los seres humanos vivimos en sociedad y casi no nos identificamos como una comunidad. Quizá sea ese el impedimento principal para reconocer la responsabilidad que tenemos unos de los otros. Martin Buber explica la diferencia entre una y otra:
La comunidad es expresión y configuración de lo originario, es la totalidad del hombre de voluntad representadora, naturalmente unitaria, capaz de establecer vínculos; pero la sociedad es el lugar de lo diferenciado, del pensamiento disolvente, de la totalidad rota que busca privilegios. (1991, p. 35)
La distinción que señala Buber es útil para mirar la manera en que se ha configurado nuestro modo de estar en el mundo. Cada vez hay menos posibilidades de convivir porque medimos la distancia con el otro a partir de la diferencia. Nos obsesiona al grado de decir que la nuestra es una “sociedad incluyente”. Pretendemos incorporar a lo que nunca debió ser alejado del orden de lo común.
Sin embargo, no todo está perdido. Buber explica que “la verdadera convivencia sólo puede prosperar allí donde los hombres experimenten, discutan  administren en común las cosas reales de su vida, [...]” (1991:27) Este tipo de situaciones tienen lugar en la biblioteca: es inevitable que tras escuchar un cuento, alguien comience a hablar como nunca antes lo había hecho. Que a través de sus palabras elabore el duelo que lo tiene acongojado. Que luego de leer “La Convivencialidad” de Ivan Illich, un grupo de personas converse sobre las posibles soluciones al malestar cotidiano de esta ciudad. Como si fuera un jardín, cada uno sale de la biblioteca con una semilla que puede germinar en cualquier otra parte.
 Tanto bibliotecas públicas como bibliotecas escolares contribuyen a generar comunidad. Una se desplazará hacia la otra y poco a poco echará raíces en otros ámbitos. Lo vital es reconocer que la consolidación de la comunidad permite que sus integrantes persigan un bien común. Luego de reconocerse en la otredad, es posible que identifiquen aquello que los obliga a unirse a partir de la responsabilidad que, señala Levinas, se tiene para con el otro. Buber cita al socialista utópico, Robert Owen, en Caminos de Utopía: “hasta ahora, nadie ha sido educado según principios que le permitan actuar en unión, como no sea para defenderse o para aniquilar a otros. Mas una necesidad igualmente poderosa obligará ahora a los hombres a educarse para actuar juntos, para crear y conservar" (Owen :36)
Tomemos en cuenta las palabras que Buber enuncia hacia el final de Caminos de utopía “siempre que se formó una auténtica comunidad humana, se hizo sobre las bases de la autonomía funcional, del reconocimiento mutuo y de la mutua responsabilidad individual y colectiva.” (1995,  p. 192).  La biblioteca, como guardiana de los múltiples universos por descubrir, pone a nuestro alcance la apreciación de la diversidad. Por ello son auténticas escuelas de la libertad porque nos permiten conocer todo aquello que enriquece a la humanidad además de ponernos en sintonía para generar algo más. En las bibliotecas, se constata lo que señala Buber: “la uniformidad como camino lleva misteriosamente a la diversidad como meta final, y la coacción como camino, misteriosamente, a la libertad como meta final”. (1995,  p. 25) Otro mundo es posible si desde las bibliotecas comenzamos a pavimentar el camino que nos lleve a él.
Las bibliotecas pueden convertirse en esa región a la que llegaron Jonás y Gabe, protagonistas de El Dador, reconocida distopía juvenil. Lois Lowry la describe en El hijo, cuarto libro de la saga, de la siguiente manera:
El pueblo era un pequeño enclave nacido años atrás, producto del asentamiento de marginados que huían de guerras o conflictos de todo tipo. A menudo heridos o expulsados por sus propios clanes o localidades, los primeros pobladores habían llegado por su cuenta hasta allí, se habían apoyado unos a otros y habían formado una comunidad. Después dieron la bienvenida a otros refugiados. (Lowry, 2012:266)
Las bibliotecas son la respuesta.

BIBLIOGRAFÍA
Arendt, Hannah, La condición humana, Barcelona : Paidós, 2005
Buber, Martin, Caminos de utopía, México: Fondo de cultura económica, 1955.
___________, I and Thou, New York: Touchstone, 1996.
Díaz, Carlos, Introducción al pensamiento de Martin Buber, 3ra ed., Madrid: Instituto Emmanuel Mounier, 1991[http://www.mounier.es/cuadernos/Buber.pdf] (Consultado el 27 de abril de 2016)
Levinas, Emmanuel, De otro modo que ser, o más allá de la esencia,  Salamanca : Sígueme, 1987.
________________, Humanismo del otro hombre, México : Siglo XXI, 2005.
________________, Ética e infinito, Madrid : A. Machado, 2000.
Petit, Michèle, El arte de la lectura en tiempos de crisis, México: Océano, 2009


Friday, June 3, 2011

¿En serio vas a donar un libro?

Muchas bibliotecas son confundidas con depósitos de libros viejos, rotos, deshojados e indeseables. Se trata de libros que sucumbieron al poder destructor del polvo, de los insectos y del olvido.

Numerosas personas, en un gesto supuestamente caritativo, han decidido donar libros que ya no quieren en su casa a las bibliotecas. Muchas veces, se presentan sin previo aviso y dejan cajas y cajas de libros polvosos y lastimados en la entrada de las instituciones. A veces llaman a preguntar si nos pueden traer los libros y, aunque digamos que no, los dejan en bolsas rotas que no resisten el peso.

En el caso de la biblioteca escolar, los padres de familia se atreven a mandar libros en pésimo estado físico para que sean integrados al acervo. Me pregunto si consideran la posibilidad de que sus hijos tomen en sus manos uno de estos libros maltratados ¿les gustaría que leyeran libros a los que les faltan páginas?, ¿Que no pudieran consultar los datos legales del libro? ¿que el frágil objeto se volviera un insulto a su condición de estudiantes?

Es una pena que hasta ahora no he encontrado la manera de hacer notar la grave ofensa que constituye la donación de libros maltratados a una biblioteca. No solamente resulta en el desconocimiento del papel de una biblioteca sino también en la falta de consideración a los posibles usuarios del material. Quizá se deba a que desconocen la función del libro que ni siquiera los quieren mantener en su casa.

Sunday, October 3, 2010

Banned Books Week ends

En South Park se leen libros censurados


Simpático, en EE.UU. ha terminado la semaa de los libros censurados y MTV Lationamérica transmiten un episodio de South Park en el que se leen El Gardian entre el centeno de J.D. Salinger. Si bien la trama es grotesca como siempre, los primeros minutos del capítulo son muy contundentes en cuanto a lo rídiculo que es censurar libros en las escuelas (y cualquier otra parte)

Wednesday, September 29, 2010

Quotes

Usaría esta cita para fomentar la lectura si fuera bibliotecaria de una universidad.

We have to make books cool again...

Friday, September 24, 2010

Los libros prohibidos

La censura es un error que se ha cometido en muchas bibliotecas a través de los años. Quizá la más conocida es el Index librorum prohibitorum et expurgatorum, difundido por la Iglesia Católica. También hay episodios lamentables como la quema de libros de autores judíos durante el regimen nazi en Alemania y otras regiones europeas. Qué decir del entierro y/o quema de libros durante las dictaduras en el cono sur, por parte de los propios dueños que evitaban mantener material comprometedor ante una eventual revisión de su casa o biblioteca.

En Farenheit 451°, Ray Bradbury nos presenta una novela en la que los bomberos incendian bibliotecas en vez de apagar fuegos. Tiempo después, esta misma novela fue censurada en Estados Unidos.

Parece ser que los libros censurados son moneda corriente en la sociedad. Saltando de tumblr en tumblr encontré el siguiente link en el que un joven pregunta si tendrá problemas por administrar una biblioteca ilegal en el locker de su escuela. El contenido son los libros que su escuela ha censurado.

Is it okay to run an illegal library from my locker at school?

A mi parecer, la censura de libros suele ser contraproducente. Más allá de apagar los deseos de leer, los encandila. Un libro censurado se vuelve atractivo. La transgresión invita a leer.

Tuesday, September 21, 2010

Comer en la biblioteca

Son abundantes las quejas en torno a la prohibición de consumir alimentos o bebidas dentro de las bibliotecas. Las razones de esta prohibición son, desde mi punto de vista, evidentes y razonables. Los libros son objetos delicados, propensos a quedar inservibles si se manchan de agua o grasa, peor aún si encontramos entre sus páginas rastros de migajas o alimentos aplastados entre ellas. La prohibición es la manera de anticiparse a un descuido, un accidente, finalmente, a una pérdida irreparable de un libro.

Hace unos diez minutos hice un coraje tremendo por descubrir a un alumno comiendo un sandwhich dentro de la biblioteca. No es la primera vez que lo descubro comiendo algo y, a su vez, le he llamado la atención. Probablemente este sensible a las faltas de respeto y las intenciones de pasarse de listo y por eso esta vez me he cabreado intensamente. Desde que ingreso a la biblioteca alcancé a ver su sandwich pero cometí el error de dejarlo pasar pensando que no se atrevería a comerlo. Unos minutos más tarde lo caché dando tremenda mordida al sandwich, le llame por su nombre y me ignoró, cosa que me sulfuró aún más. La furia fue mi impulso al levantarme y gritarle por su nombre y pedirle que dejara de comer a lo que agregue "que mala onda, te pasas de listo" y me pareció que sonó a drama adolescente. El alumno en cuestión todavía se atrevió a indignarse y excusarse diciendo "perdón, se me olvido" y puso mala cara. Lo obligue a dejar su comida en un recipiente aunque debí obligarlo a tirarlo a la basura pero eso sería un desperdicio.

Tengo pensado que cuando este por salir, tendré que pedirle que nunca más se atreva a ingresar a la biblioteca con cualquier tipo de alimento. Agregaré que no puedo confiar en él.

Así, me parece que la prohibición debe mantenerse, en primer lugar porque evitamos incidentes y en segundo lugar, evitamos que los alumnos se pasen de listos y provoquen accidentes.