Tuesday, September 21, 2010

Comer en la biblioteca

Son abundantes las quejas en torno a la prohibición de consumir alimentos o bebidas dentro de las bibliotecas. Las razones de esta prohibición son, desde mi punto de vista, evidentes y razonables. Los libros son objetos delicados, propensos a quedar inservibles si se manchan de agua o grasa, peor aún si encontramos entre sus páginas rastros de migajas o alimentos aplastados entre ellas. La prohibición es la manera de anticiparse a un descuido, un accidente, finalmente, a una pérdida irreparable de un libro.

Hace unos diez minutos hice un coraje tremendo por descubrir a un alumno comiendo un sandwhich dentro de la biblioteca. No es la primera vez que lo descubro comiendo algo y, a su vez, le he llamado la atención. Probablemente este sensible a las faltas de respeto y las intenciones de pasarse de listo y por eso esta vez me he cabreado intensamente. Desde que ingreso a la biblioteca alcancé a ver su sandwich pero cometí el error de dejarlo pasar pensando que no se atrevería a comerlo. Unos minutos más tarde lo caché dando tremenda mordida al sandwich, le llame por su nombre y me ignoró, cosa que me sulfuró aún más. La furia fue mi impulso al levantarme y gritarle por su nombre y pedirle que dejara de comer a lo que agregue "que mala onda, te pasas de listo" y me pareció que sonó a drama adolescente. El alumno en cuestión todavía se atrevió a indignarse y excusarse diciendo "perdón, se me olvido" y puso mala cara. Lo obligue a dejar su comida en un recipiente aunque debí obligarlo a tirarlo a la basura pero eso sería un desperdicio.

Tengo pensado que cuando este por salir, tendré que pedirle que nunca más se atreva a ingresar a la biblioteca con cualquier tipo de alimento. Agregaré que no puedo confiar en él.

Así, me parece que la prohibición debe mantenerse, en primer lugar porque evitamos incidentes y en segundo lugar, evitamos que los alumnos se pasen de listos y provoquen accidentes.

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